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Member ![]() ![]() Grupo: Members Mensajes: 19 Desde: 11-March 08 De: Spain Usuario No.: 2.274 ![]() |
Darlo todo muchas veces no es más que un puesto 15 y veinte segundos en las noticias de la tarde. Al llegar a su motorhome lo primero que hizo fue tirarse en la cama y cerrar los ojos. ¿Qué tenía de particular ese circuito? no se parecía a ningún otro. Sólo quedaban Mónaco y Spa como verdadero quebraderos de cabeza para un piloto. Pensaba en los otros circuitos y siempre veía lo mismo. Curvas de tiralíneas, aburridas y sin emoción. Apenas se veían ya grandes subidas como el Raidillon. ¿En qué pensaban los ingenieros y diseñadores de circuitos de hoy en día? Spa era perfecto, toda esa emoción comprimida en siete kilómetros valía la pena. Sí, valía la pena esperar más de diez carreras sólo por llegar allí. Se asomó a la ventana y vió cómo se acercaban nubes del Este. Por allí estaba Nürburgring. Dios mio, aquello si debió ser un reto en sus tiempos. Es extraño sentirse afortunado cuando aún se está dentro de ese burbuja que es la fórmula 1, pero realmente se sentía así. Mañana no pintaba un buen día y los servicios meteorológicos anunciaban temperaturas bajas. Bajaban las presiones y habría inestabilidad. ¡Qué gracioso!. Partes meteorológicos personalizados. Su padre le había hablado del Gran Premio de Alemania de 1968, en pleno Agosto; un aguacero había inundado al viejo Nürburgring de casi 200 curvas y un puñado de tramos donde el coche salía literalmente volando. Aquel día ganó Jackie Stewart una carrera en la que partes de la pista estaban inundadas y la visibilidad era pésima. La Naturaleza del circuito se sumaba a la climatología, y maestros del pilotaje sobre lluvia como Chris Amon naufragaban; volvió a la ventana mientras las sombras, cada vez mayores, anunciaban la llegada de la tregua nocturna. El cielo azul, ahora con un abanico de tonos azules, lo relajó. El circuito, detrás de unos árboles, comenzaba a dormir. Y a pocos metros la bestia descansaba agazapada en el box, león tranquilo, engañosamente inocente. Todo aquel torbellino de gente había dado paso a un remanso de paz. Sintió la necesidad de salir afuera y dar un paseo. Los pies lo guiaban, exactamente hacia Eau Rouge. Bajaba despacio hacia ella, justo por la que había sido la antigua recta de salida; a la izquierda quedaba la preciosa grada que daba a Le Source, ahora todo en silencio, o casi; podía escuchar a los pájaros cantar. Increíble que siguiesen allí después de haber escuchado gritar a los monoplazas. Al llegar a la fatídica curva alzó la mirada y vió la cumbre del Raidillon. El reto seguía ahí, ahora parecía carente de vida, sólo un pedazo de pista más cuando se camina a cinco quilómetros por hora. El contraste subida-bajada era tan brutal que sobrecogía. Parecía una utopía poder darla a la velocidad que la daban. ¡Maldita sea! eso era la Formula 1. El coche, el circuito y tu. Hoy en día todo parecía reducirse al coche. Sólo Mónaco y Spa eran ya los reductos que le quedaban a la esencia del pilotaje, a las sensaciones que de verdad ponen los pelos de punta. Comenzó a caminar Raidillon arriba. Notaba la pendiente en sus piernas y al mismo tiempo casi sentía el pie derecho descargando toda su fuerza en el pedal del acelerador. Al llegar arriba se giró y miró hacia abajo. Allí seguía ella. Vió a Jim Clark subir hacia él, escuchaba el sonido del monoplaza y la cabeza del piloto agitándose con violencia. Daba la sensación de que Spa había estado ahí eternamente, coronando a los mejores pilotos, y en el pasado a los más temerarios. Dirigió su mirada a la ya lejana Le Source. Entre él y el circuito se estaba estableciendo un extraño vínculo entre la adoración y la obsesión. Era sencillamente genial, una perfección salida de la naturaleza.
El Sol ya casi había caido cuando caminando por Kemmel vió por fin Les Combes y decidió volver. Lo más extraordinario era la tranquilidad, que contrastaba con la agitación durante el día. Cenó y se tumbó en cama, pero en su mente todo seguía dando vueltas y se durmió pensando en cómo sería ganar alguna carrera, no en cualquier parte, sino allí. Mónaco es el glamour, Spa es el reto. Sonó el despertador a las seis y media de la madrugada; lo primero que hizo fue ir a la ventana. Sol; sonrió. Parte de la presión que sentía la noche anterior se había difuminado e iniciaba la jornada con optimismo. Al dirigirse a la zona de boxes y ver toda aquella gente encaminándose a las gradas, se acrecentó el deseo de hacerlo bien. Se pasaron gran parte de la mañana probando reglajes para la sesión de clasificación. Esperar el momento. Luego serían 3600 segundos durante los cuales debía darlo todo y no cometer ni un sólo fallo. Frenar donde debía, acelerar pronto y no encontrarse con tráfico. El coche ya podía variarse poco; le faltaba potencia en el Raidillon y eso lo pagaba en Kemmel; la llegada a Malmedy y Stavelot era un alivio para el monoplaza. Cuanto más se acercaba el momento más fuerte se sentía y sabía que eso reducía el crono unas cuantas décimas. Daba vueltas y vueltas con Eau Rouge desafiándolo. LLegó a verla como algo amigable, como una anciana que tan sólo desea ya que la respeten, que ha visto todo lo que le quedaba por ver. Las 13:00. Sonaron las bocinas. Sentado en una silla leía la telemetría de la mañana. Había sido decimotercero, a dos segundos del primero. Tan sólo dos míseros segundos que realmente son dos inmensos segundos. ¿Estaba en esu límite o podía dar más de si? Esa es la duda eterna de un piloto de fórmula 1, cuánto puede mejorar y sobre todo dónde. Los mecánicos trabajaban nerviosos en el muleto porque su compañero de equipo había tenido una salida de pista en Pouhon a alta velocidad y había dañado todo el lateral. Los dos estaban muy igualados. Quizá era la única lucha que había en otros circuitos, pero en este lo principal era enfrentarse contra sí mismo y saber si realmente merecía estar allí.Mas eran sólo cuatro vueltas. 13:52. Le quedaba un sólo intento ya. P12 ¿Cómo se puede hacer una vuelta perfecta en Spa-Francorchamps teniendo sólo cuatro intentos? el mínimo error lleva al traste todo el trabajo que se realiza durante dos semanas y a nadie le importa que 17 de las 24 horas de cada día de su vida estén dedicadas por entero a su arriesgado sueño. Muchas veces se paraba a pensar si debía importarle lo que pensaran. Sin embargo una vez que sentía la velocidad dentro de su cuerpo se olvidaba de todo. Era una lucha casi bestial y necesitaba todas sus facultades al cien por cien. Seguía sentado en su cockpit, impasible, o al menos eso pensaban los que le rodeaban. El corazón le latía con mucha fuerza, era el peor momento, verse allí dentro sin más remedio que esperar.Por delante de él pasaron Michael Schumacher y Fisichella. Lo principal en F1 es no sentirse inferior a nadie o tu carrera será igual de larga que un suspiro del trazado. Su mente divagaba. Intentaba olvidar que ahora sí se enfrentaba a Spa. Ahora era o la victoria o la derrota, sin término medio. Su ingeniero de pista se acercó y le hizo un gesto con la mano: 5 minutos y en pista. Cerró los ojos mientras una cámara de televisión lo enfocaba. Volvió a ver el circuito frente a sus ojos sabiendo que no había margen para el error. Controlar tantas sensaciones era dificil, mezcla entre miedo y excitación. Palpó el volante, y volvió a abrir los ojos. La cámara ya no estaba y tan sólo le quedaban dos minutos. Michael era pole provisional, de nuevo. Tarso Marques otra vez fuera del 107%. Un minuto y fuera. No soportaba aquellos instantes, quería pisar a fondo el acelerador, como si así todos aquellos efluvios negativos y destructores no pudiesen seguirlo cuando viajaba sobre la tierra a trescientos kilómetros por hora. Y era el momento. Otra vez salió del pitlane, pero era distinto, como si fuese la primera vez que lo hacía. Encaró la salida de boxes, echó un vistazo al retrovisor y comenzó a acelerar. Mientras bajaba hacia la eterna Eau Rouge se daba cuenta de que volvía a tener ante sí el reto. Era la vuelta en la que saludaba al trazado, le informaba de que en breves instantes tendrían un duelo casi a muerte. Ya otros durante años atrás habían desafiado a esa Naturaleza y habían perdido algo más que esos efímeros segundos. En ese momento todo era hostil. Las curvas ya no eran amables variaciones sino extraños seres que había que atacar con ansia. O al menos él lo veía así. La parada del bus seguía allí esperándolo. La bestia rugía a cada aceleración dentro de la chicane. Y salió de ella más rápido que nunca. Delante de sus ojos no había más que asfalto. Todo lo que alcanzaba a ver era asfalto y la siguiente curva, Le Source. No era capaz de ver a los aficionados inquietos y excitados ante lo que estaban presenciando, tampoco imaginaba que mañana terminaría lloviendo. Sólo sentía el coche y su cuerpo vibrando al unísono sobre la piel del circuito, acercándose a la horquilla. Frenó tarde y comenzó a acelerar con violencia. La brutal bajada hacia Eau Rouge le quitaría el sentido a cualquier persona no acostumbrada a las sensaciones fuertes. Pero allí estaba. Echó el monoplaza muy ligeramente hacia la derecha y súbitamente giró a la izquierda. Luego el volante hacia la derecha y comenzó a subir. Apenas sin tener tiempo a analizar si lo había hecho bien o mal vió frente a él, a lo lejos, a un monoplaza. Aquello lo estimuló más. La fiera rugía a 320 quilómetros por hora. Ahí estaba Les Combes. Lo único que notaba dentro de sí era una agresividad controlada y concentrada en sus manos y sus pies. Era lo único que notaba cuando la velocidad entraba en su cuerpo. Bajó hacia Rivage, pero ya pensaba en Pouhon, y en Pouhon pensaba en Fagnes. Con cuidado en Stavelot, pegándose al margen de la pista, y de nuevo Blanchimont. No sentía miedo a que pudiese aparecer algo de repente en esa rapidísima curva. En ese momento sólo notaba cómo se acercaba a la parada del bús. Comenzaron a aparecer los carteles indicadores y casi sin percatarse estaba frenando y cuadrando el coche. Con violencia el volante hacia la izquierda, luego hacia la derecha y por fin a la izquierda. Más de un minuto y medio y millones de sensaciones. A la noche sólo quedaba reflejado en la parrilla de salida un puesto 9. Y se dirigió a la parrilla de salida muy concentrado. Una azafata lo tapaba de la llovizna que antes había sido una lluvia intensa. Luego llega el ritual de meterse en el cockpit, instalarse en su pequeño refugio de dos horas. Dos horas de lucha contra sí mismo y sus capacidades. Frente a él el reto. Por su cabeza pasaba una y otra vez la imagen del accidente masivo de 1998, aquel caos en aquel circuito que no permite que nadie le levante la voz. Como siempre la caprichosa Le Source. La humedad y el frío que ese domingo enmarcaban la carrera, lo hacían todo más misterioso. Cortinas de agua, cascos empapados por la lluvia, deslizamientos al margen de lo imposible, terrible aquaplaning, y el circuito. Y luego la estrategia, esas paradas en boxes, donde los mecánicos son artistas que con sus manos dibujan un preciso y majestuoso lienzo donde la más leve variación sobre el guión llevará al traste con todo su trabajo. Y todas las cosas que verdaderamente escapaban de su alcance. Cerró los ojos un instante al sonar la bocina. Visualizó la primera curva como si durante toda su vida no hubiese hecho otra cosa que prepararse y esperar ese momento. Respiró hondo cuando notó que la bestia comenzaba a ronronear. Tocó un par de botones y comenzó a moverse para saludar a la bella Spa y presentar sus respetos a la majestuosa y, más que nunca, Eau Rouge. Al volver a instalarse en la parrilla y verse en medio de aquella jauría de fieras que en poquísimos segundos iban a darlo todo por un pedazo de asfalto mojado, supo que había nacido para aquello. En pocos segundos estaría volando sobre Eau Rouge tal y como sus ídolos habían hecho años atrás. Vió a Graham Hill a su lado en la parrilla de salida bajo la lluvia. Las luces comenzaron a encenderse y la velocidad comenzaba a invadirlo otra vez. Que comience el espectáculo. |
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