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> MIEDO A VOLAR (Ladrillo)
Paco
mensaje Jan 9 2001, 06:41 PM
Publicado: #1


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Me he olvidado de recomendar a todos aquellos que tengan pánico a volar, que si tienen la oportunidad, no dejen de volar en una avioneta. Os prometo qwe esta "terapia de choque", sirve para perder el miedo.
Hay muchos aero-clubs donde por lo que vale una tanda de karting te dan un paseito.
Animaros.
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Paco
mensaje Jan 9 2001, 06:32 PM
Publicado: #2


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Aunque no se trate de un tema sobre F1, creo que este relato puede ser interesante para alguno de los foristas.

El regreso del compañero Jordan (y sus 10 o 12 horas? de vuelo) , me ha traído a la memoria un problema que sufren muchas personas: EL MIEDO A VOLAR.
Yo he sido hasta el pasado verano una de esas personas que cada vez que debía subir a un avión, me ponía “mumalamente”. Era igual que el vuelo durara 1 que 4 horas. Todo el tiempo me lo pasaba tenso, rígido, escudriñando cualquier cambio en el sonido de los motores, etc.etc., en definitiva, volar para mí resultaba un mal trago.
Afortunadamente para mí, esto ha cambiado radicalmente desde este pasado verano. ¿Cómo?, ahora os lo cuento.
Resulta que un cliente mío es propietario de una avioneta (Cessna no se qué) de 4 plazas.Un día hablando del tema y de mi pánico a volar, me dijo que eso tenía fácil solución, simplemente tenía que volar en cabina junto al piloto. Total que me invitó a dar un paseo en cuanto tuviera el avión revisado. Acepté su propuesta, más por compromiso que por verdaderas ganas y quedamos en que me avisaría.
Pasaron varias semanas y ya había olvidado el tema, cuando un jueves por la tarde me llama y me dice, el próximo sábado a las 11 de la mañana te espero en las oficinas del aero-club de Reus ( a pocos kilómetros de mi casa). Joder, me cogió de sorpresa y le dije que sí, que allí nos encontraríamos. Me puse “malito” sólo de pensar. Llegó el sábado, desayuné, cogí mi cámara de video, y con un nudo en el estómago, me dirigí al aeropuerto. Tomamos un café, me explica lo que haremos y mientras él va a la oficina a recoger el plan de vuelo, yo aprovecho para ir al lavabo (los nervios y el café hacían su efecto).
Me fumo el enésimo cigarrillo y al poco rato vuelve con los papeles y una gorra con el emblema del aero-club que amablemente me regala.
Me dice que ya está apunto el avión y que le ayude a sacarlo del hangar. Entramos en la nave y allí había 10 o 12 avionetas de todo tipo. Pero para mi desgracia, nos dirigimos hasta el más antiguo, una Cessna (no recuerdo el modelo), con el tren delantero muy adelantado y suspensión por ballesta de torsión, y una ruedecita al final de la cola. Estando parado el avión, el morro apuntaba hacia arriba. En cambio, como ventaja, era de ala alta, lo que permitía una vez en vuelo, gozar de una visión explendida.
Un empleado abrió el portalón corredero del hangar y empujando entre los tres sacamos la avioneta hasta una explanada frente a la nave. Entramos en el avión, me acomodo en el asiente delantero derecho, me aprieto el cinturón y espero a que el piloto haga la última inspección externa del avión. Se sube a mi izquierda, cierra su puerta y nos quedamos hombro con hombro (un poco agobiante por lo estrecho). Me dice que este avión en muy seguro, que cuando se diseñó en los años 50 iba dirigido al ejercito americano como avión de entrenamiento básico, pero que posteriormente fue muy utilizado (y hoy en día también) por las escuelas de vuelo para el entrenamiento de pilotos privados.
Y llegó la hora de la verdad. Pone el motor en marcha y aquello hace un ruido infernal (tenía su ventanilla abierta), todo vibra y parece que los remaches han de comenzar a saltar. Estabiliza las revoluciones del motor, ajusta la mezcla aire-combustible y espera a que el motor tome la temperatura adecuada. Una vez verificado que alerones, timón, flaps, etc. actúan correctamente, pide autorización por radio a la torre de control y comenzamos a rodar por una calzada lateral hasta la cabecera de la pista principal. Una vez allí, comunica que está listo para despegar y recibe la autorización de la torre.
Acelera al máximo tirando de una varilla con un pomo, y el avión comienza a tomar velocidad, botando bastante y haciendo pequeñas eses que el piloto va corrigiendo con los mandos, al poco rato, todavía en tierra, el avión adopta una posición paralela al suelo (la cola se ha levantado), y al instante, como si nos dieran un tirón, el avión despega del suelo y comienza la aventura. Cierra su ventanilla y el ruido se hace mas llevadero, permitiendo que hablemos sin alzar demasiado la voz. Cuando alcanzamos unos 450 metros de altura, reduce las revoluciones del motor y aunque estemos volando a unos 130-150 kms/h, parece que vamos muy despacio, la sensación que tengo es de ir a 50 kms/h., demasiado despacio para mi gusto. La vista es maravillosa, pasamos por encima de mi casa, y enfilamos hasta miami-playa (a unos 20 kms); una vez en el mar, hace un giro de 180 grados, inclinando mucho el avión y vamos bordeando la costa, pasando por Cambrils y siguiendo hasta Salou. Allí hace varias pasadas sobre Port Aventura y enfilamos nuevamente hasta el mar. Al pasar por el Cabo de Salou, noto como el avión da varios botes y al preguntarle que coñ* pasa, me dice que es normal y es debido a las turbulencias que se crean por la diferencia de temperatura entre las rocas del cabo y el agua del mar. Una vez superado el sustillo, seguimos por la costa hasta Tarragona, damos una vuelta sobre el puerto y seguidamente se comunica con la torre de control para pedir permiso para aterrizar. Le informan que hay tráfico y que si enfila directamente a la pista, que pude aterrizar en primer lugar, en pocos minutos, frente a nosotros asoma la pista de aterrizaje, pero a pesar de ser una de las más largas del país, desde arriba parece una pista de tenis; comienza una rápido descenso y en pocos segundos tocamos tierra; el avión da un pequeño bote (debido al tipo de suspensión), y se desvía bastante hacia la izquierda de la pista (me acojono un poco), pero resulta que el piloto ha hecho un aterrizaje “corto” para tomar el primer desvío a la derecha, y en poco menos de 150 metros el avión sale de la pista principal, dejando vía libre a un avión comercial lleno de guiris que venía detrás. Rodamos hasta el hangar, para el motor y nos apeamos del avión. Nos estrechamos la mano y nos felicitamos mutuamente.
A partir de ese momento me doy cuenta de que YA HE PERDIDO EL MIEDO A VOLAR.
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