Felices Fiestas Opciones

[dimoni]

Felices fiestas a todos!!!

[Raquel]

Un cuento popular japonés :

Hace mucho, mucho tiempo, allá en una isla lejana de Japón, vivía un mísero e infeliz picapedrero, Isogai. Trabaja casi de sol a sol en unas canteras de granito, pero tan poco ganaba que apenas le permitía sobrellevar el día.



Un día llegó a su casa rendido de cansancio. Se lamentaba de su mala suerte y no dejaba de pensar con envidia en qué fácil era la vida para aquellos que eran ricos y poderosos.



“Si yo pudiera ser rico… si llegara a serlo… - iba deseando en silencio el pensamiento de Isogai- podría ser querido por todos y gozaría del respeto de la gente. Pero, en mi condición, la de un triste picapedrero, ¿quién podría sentir respeto? Triste vida y desgracia es la mía…”



Isogai cayó también rendido al sueño a la vez que tales cosas se decía. Pero de pronto, en sus sueños, se vio convertido en un hombre rico y poderoso. Vivía en un espléndido palacio y desde su ilusionada atalaya contemplaba a las gentes atareadas como era él tiempo ha. Se sentía feliz. Mas un día fue un emperador quien pasaba bajo su mirada, en una carroza llena de pompa y lujo. Le seguía su corte de caballeros y criados que cuidaban hasta de resguardarle del sol con un parasol que brillaba cual una joya más, hermoso y rutilante como todo lo que sus ojos envidiosos para sí quisieron con la mirada.



“Soy rico –pensó una vez más- pero no un emperador. ¿Para qué tener todo esto si yo no puedo también tener cortejo de caballeros y criados?”



Tan pronto se lo dijo a sí mismo como se convirtió Isogai ahora en emperador, acompañado de su propio cortejo mucho más opulento del que ningún emperador sobre la tierra pudiera llegar a soñar. Y aun teniendo todo eso, no se conformaba. El calor iba perlando su rostro con un sudor insidioso por mucho que lo abanicaran, taparan del sol u otros cuidados le profesaran…



“Ni pudiendo ser emperador logro ser feliz – lamentaba una vez más la imperfección de su dicha-. ¡Ojalá fuera yo el sol! ¡Nadie podría ser más poderoso!



Y en sol Isogai se convirtió reinando sobre todas las cosas. Sintiendo que era él a quien debía la vida la gracia de sus dones. En estas que una nube que sido interponerse en su punto de mira sin dejar pasar los rayos de su calor hasta la tierra y los dones de su maravilla. Isogai se enfureció:



“¡Más me valdría ser nube si es más poderosa que yo!”



Así fue. Y quiso demostrar su poder colocándose ante el sol y dejando a la tierra en sombras. Y llovió, y llovió. Isogai quiso dejar caer lluvia inundando campos y pueblos y desbordando los ríos de su cauce. La arrogancia y orgullo de Isogai por lo que su fuerza ahora lograba le hacía sentirse el más respetado de cuantos seres pudieran existir. Pero tendiendo una vez más su mirada hacia abajo, llegó a distinguir una piedra que no se movía de su sitio, por mucho que las corrientes y el agua la azotaran. Probó y probó a arrastrarla enviando vientos huracanados y lluvias más fuertes. La piedra permanecía inmutable.



“¿Cómo no vencer a una roca? Si en verdad no puedo doblegar a una piedra, mejor ser como ella.”



Un deseo más cumplido: Isogai pasó a ser piedra. No había inclemencia que no resistiera. En su nuevo estado, era feliz.



Pasó un buen día junto a ella un hombre humilde, vestido pobremente y en sus manos tan sólo un pico y un martillo. Pero aquel mísero hombre lograba hacer pedazos la roca y convertirla cada vez en algo más pequeño. Isogai volvió a reflexionar:



“Si un pobre hombre es capaz de destruir una roca, un mísero hombre como éste, entonces quiero volver a ser hombre. ¡Quién lo hubiera podido imaginar!”



Isogai despertó al momento de su sueño y se sintió feliz, orgulloso y satisfecho: ¡era picapedrero! Nada ni nadie le podrían ya doblegar. Ni un emperador, ni el sol, ni viento ni lluvia, serían capaces de vencer su propia fuerza.



Mucha FELICIDAD para todos vosotros. Ése es mi deseo.