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> Hoy es su día...
alberth
mensaje Apr 24 2004, 12:19 AM
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y ya de paso me presento ante ustedes, nobles caballeros y dulces damiselas (se me fue la olla). De hecho no soy nuevo, me he cambiado el nick y tampoco tengo interés en decir cual era mi anterior personalidad (irrelevante), hace unos 2 años que no escribo (aunque tampoco me prodigaba en exceso), pero he seguido leyendo con fruición debido a mi insana e innata pasión por las 4 ruedas y los alerones y a que ,por mucho que digan, sigo considerando este como el mejor de los foros de F1 que en cualquiera de las hispanas lenguas háyase visto por los Internetes. Por cierto si alguien fuera capaz de aclararme cual fue el detonante del exilio masivo de mentes pensantes de este foro a los dominios todocochistas me haría un favor. Me he documentado por la cueva del foro y no he acabado de comprender cuales el problema que causo la evasion, aunque si cual era el detonante del mal rollo general. Eso sí, sin ánimo de despertar viejos fantasmas. Y ahora me encomiendo a la tarea, espero que compartida, de volver a elevar este foro hacia el olimpo de los foros F1 que nunca debió abandonar. Te vas a cagar AtlasF1.
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alberth
mensaje Apr 23 2004, 11:56 PM
Publicado: #2


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Se siente asfixiado, rodeado,… y ciertamente lo está: los mecánicos hacen las últimas comprobaciones, las cámaras de televisión toman primeros planos de su cara. Se baja la visera; quizá así consiga ahuyentar a los periodistas y llegue a relajarse. Lo necesita: sus últimas actuaciones no han sido precisamente memorables. Últimamente el motor de su descapotable arde con frecuencia. En las últimas semanas ha discutido largo con sus ingenieros por ello. Mantiene la postura de que los motores son muy frágiles, pero ellos y él también saben que ha forzado más de la cuenta. Las computadoras no engañan. Y él tampoco se engaña a sí mismo, está pasando por un bache, no consigue concentrarse y la pose que mantiene sólo sirve para protegerse de sí mismo. No quiere sentirse débil; no más de lo que ya se siente. Y los demás lo saben, o quizás sólo lo intuyan o simplemente le tienen demasiado respeto, o confianza. Quién sabe. Está todo tan automatizado que no sabe si hay sitio para las sensaciones, incluso para los sentimientos. Él sí los tiene y los sufre, le agarrotan el estómago. Necesita relajarse. Adelante:

“Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me, I'm not sleepy and there is no place I'm going to. Hey! Mr. Tambourine Man, play a song for me, In the jingle jangle morning I'll come followin' you...”

Una de las mecánicas le oye y le dedica una sonrisa. Quizás le guste la canción. Quizás este no sea tan mal día. Por fin parece dispuesto para la carrera. “Bien, veamos a donde me lleva el señor Tambourine”. Los mecánicos se retiran, en el auricular oye algunas instrucciones, pero no les presta atención. En este momento está concentrado y su universo es el asfalto del circuito. Quiere silencio; instintivamente le baja el nivel de sonido a los auriculares en el panel del control del volante. Semáforo a punto, vuelta de calentamiento y marcaje cuerpo a cuerpo con su inmediato oponente. Estudia sus movimientos, lo poco que da a conocer, nadie enseña sus cartas antes de la carrera. Última curva a derechas y lentamente al punto de encuentro. Sin problemas: vista fija en el semáforo, frunce el ceño y agudiza la vista; los semáforos se van encendiendo, el rojo aviva su coraje, sólo queda uno. Y se apaga.

Ha ejecutado todos los movimientos con maestría y con gran rapidez, los neumáticos han resbalado lo justo y ahora le aportan la tracción que necesita. Todo ha funcionado correctamente en su montura, ahora es cosa suya: la velocidad de su arrancada le ha permitido superar al primer rival, pero aún quedan varias filas de monoplazas por delante. Antes de llegar al primer desvío ha alcanzado la estela de su compañero de equipo, que salía por delante, se coloca en el interior de la curva y salen de esta a la misma altura, quien tenga más agallas ganará la posición. Y hoy él tiene muchas agallas. Recta media, los dos aprietan a fondo y apuran al máximo, su compañero está en el lado bueno, pero él frena más tarde. Parece que el coche se desboca al intentar girar pero el hábil contravolanteo lo mantiene en pista y le brinda al público una bella derrapada. Ya ha ganado la posición, pero aún tiene que alcanzar a otros tres rivales.

Su ego le acelera el pulso y siente su frente caliente. Hoy puede ser el gran día Sube las revoluciones al máximo, ya tendrá tiempo de conservar mecánica. Ahora es el momento de los ganadores. Curva cerrada a la izquierda. Perfecta trazada. Acelera a fondo y sube cada marcha en el momento preciso. Empieza a invadirle un orgullo casi melancólico; pero también eufórico, como quien siente que por fin está dando todo lo que puede de sí y debe cobrarle una deuda a su pasado. Llega una chicane larga. Frena y baja una marcha Pero la hace a una velocidad espeluznante: se ha subido holgadamente a los pianos pero los amortiguadores y la carrocería han aguantado.

Ahora ya le enseña el morro al primero de los aspirantes a podio amaga a la derecha, siguiendo la dirección del otro y luego a la izquierda, maniobra rápida para tapar el hueco y se ha decantado totalmente hacia el costado. Trazar tan rápido la chicane tiene riesgos pero también puede traer beneficios. De nuevo a la izquierda y esta vez sí. El público aplaude desenfrenado, cosas así ya no se suelen ver. Ha tenido suerte de encontrarse con una recta larga, pero la suerte es para quien la huele y la atrapa.

Se escapa rápidamente pese a contar con un vehículo teóricamente inferior. La motivación es mucha. Los líderes están pugnando por la primera posición. Se une cual vagón de cola y empieza a enseñar los dientes. Una recta larga les deja muy próximos entre ellos, un mínimo fallo y los tres caerían en el limbo. Curva tras curva se enseñan los dientes mutuamente pero la pista aquí es estrecha y el adelantamiento un ejercicio de acrobacia. Piensa que podría intentar adelantar a su predecesor en la recta de meta: es ancha y bastante larga. La potencia que le garantiza su motor es menor comparada con la dispuesta para sus contrincantes, pero si se engancha en la curva y acelera antes puede ganar la posición. Sube el límite de revoluciones y lo dispone todo para ganar el suplemento de caballos en el momento preciso. “Benditos ingenieros”. Atacan la penúltima curva y tras ella, una recta corta. Parece que realmente está cerca, pero realmente son los tres los que forman casi en unidad. Acelera a tope y se escora hacia la izquierda, ¡y su contrincante también! ¡Es un doble adelantamiento! Están casi en paralelo ¡los tres! La potencia extra le ayuda a ponerse a su altura y realmente nadie parece ceder. El final de la recta se acerca como un punto de no retorno y el orgullo les lleva inexorablemente a él. Por fin el líder de la prueba se aparta, pero no cede, es un movimiento táctico, parece confiar en el error de sus rivales. Ahora es cosa de dos: si uno cede el otro gana, si no cede ninguno los dos se van fuera. Pero él no puede ser quien pierda. Hoy es su día. Hoy. Las llantas casi se tocan, el tiempo pasa a cámara lenta y suena de nuevo Bob Dylan. “No me falles Tambourine”. Su posición es la buena, o no, tiene todas las de salirse de la pista, ya casi no hay espacio para la frenada. Pero sí, de repente ha frenado, pero no ha cedido: su rival se sale, él ha sido más listo y ha frenado justo en el último instante. Ahora es de nuevo su otro rival el que le pone las cosas difíciles; ha podido tomar la curva más abierta y en solitario y ahora está trazando por el interior. Ha conseguido mantener su posición, pero ahora hay un elemento menos en la ecuación y todo se reduce a un mano a mano.

Pasan las vueltas y el sentido común entra en juego: es hora de conservar las mecánicas y parece que la tregua está servida. Pero él sigue sin parpadear, no se ha relajado, simplemente hace caso de su instinto: necesita una montura en perfectas condiciones al final del duelo. Vuelve a oír el murmullo de la radio, ni se había dado cuenta que seguía encendida y dándole órdenes; la apaga. Hoy es mi día. Mío. La diferencia entre ambos carros es elástica pero nunca muy significativa y las vueltas siguen pasando. También van pasando los corredores doblados, que se apartan al comprender que esa es una lucha ajena, brillante, entre un piloto consagrado y un aspirante a retirarlo. El ritmo se vuelve a acelerar progresivamente y los pilotos doblados van cayendo poco a poco, ya no queda nadie por sufrir ese trámite. Ahora ya sí son sólo ellos dos y con toda la pista por delante. 3 vueltas, empiezan las hostilidades, en realidad sólo es una toma de contacto, un pequeño escarceo. 2 vueltas, estudio pormenorizado de los movimientos del rival, desconfianza mutua, tira y afloja. Última vuelta: salen muy pegados de la primera curva y se acercan a la chicane. Le frena más de la cuenta y acelera antes, ya ha anulado esa variable de entre sus posibilidades y sólo quedan un par de sitios muy difíciles donde adelantar. Además la línea de meta está muy cerca del principio de la recta, allí no podrá ser. Es ahora o nunca. Hoy es. Es hoy. Llega otra recta, ataca a un costado, le cierra, apura en la curva y escupe un poco de hierba del borde de la pista. Pero sigue cerca, no se ha acabado: Apura otra vez en la siguiente curva de derechas y ya vuelve a estar pegado a su contrincante, le vuelve a enseñar el morro, se escora hacia la izquierda y le manda una mirada furtiva al espejo. Su rival no puede apreciar este gesto, pero eso da igual, sólo tiene un significado, y va dirigido hacia sí mismo. Vuelve a la estela del monoplaza y en carril encaran la antepenúltima curva. Apura al máximo y con un suave juego de manos y pies coloca el coche en el interior de la curva por delante de su rival. No, le devuelve el interior y están a la par: aceleran al máximo, están jugando realmente fuerte. Penúltima curva y su contrincante ha recuperado la interior. Debe forzarle a apurar y conseguir que se pase, es una curva larga, que en laza con otra más cerrada, la encaran en paralelo, frenan juntos, pero no: ha conseguido frenar antes, los discos están al rojo, la derrapada es espectacular. Se carga de razones y afronta la curva acelerando al máximo. Lo ha pasado. ¡Lo ha pasado! Va a ganar. Puede ganar. Va a ganar. Última curva: frena, gira con suavidad y poco después el ala delantera de su bólido le otorga la victoria que le encumbra. Hoy era su día. Al menos era el primero de los suyos.



Llámale Ickx, Clark, Senna, Ratzenberger o Stewart. Quién sabe...



Y ahora culturicemos un poco este cubículo de sabiduría automovilística. Mis propuestas, en este caso musicales:

-"Blonde on blonde", Bob Dylan
-"Velvet Underground and Nico", Velvet Underground
-"Closer", Joy Division
-"The Queen is dead", The Smiths
-"Love is hell Pt. 2", Ryan Adams (Ryan que no Bryan)
-"Grace", Jeff Buckley
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