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> Una pequeña historia incompleta, de un gran hombre.
Guest_vega23_*
mensaje Dec 13 2001, 03:48 AM
Publicado: #1





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Gracias.


...And justice for all!!!
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Guest_OSCAR_*
mensaje Dec 13 2001, 02:52 AM
Publicado: #2





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Solía llegar muy temprano a los circuitos, aparcaba su coche de alquiler, y en compañía de la más absoluta soledad, recorría la pista haciendo “footing”. Muchos se preguntaban qué hacia ese tipo a las siete de la mañana, en semejante menester y con ese aspecto de oficinista impersonal. Pues sí, era Frank Williams, ese hombre que convocaba las reuniones con los ingenieros a las cinco de la mañana, el mismo que muchas tardes regresaba a su casa a pie, por entre las suaves colinas que rodean la localidad británica de Didcot, Hablaba solo, gesticulaba, razonaba consigo mismo mientras corría; en el fondo seguía siendo aquel niño inquieto que unos frailes escoceses habían educado con dureza en el instituto de Dumfries, Después de tantos años, en la inmovilidad de una silla de ruedas, Frank sigue con su mirada de niño violento, desafiador, al que la vida le ha enseñado a perder, para saber asimilar la embriaguez que produce la gloria.

Desde aquel lejano 1969, año en el que Williams dio forma a su escudería de F1 con un Brabham-Ford BT26, pilotado por el desafortunado Piers Courage, su escalada al Campeonato del Mundo ha sido tan complicada como repleta de trabas. En su comienzo, el presupuesto de la escudería no alcanzaba los catorce millones de pesetas, en los cuales estaba incluida la compra de los dos chasis, tres motores Cosworth FVA, contrato del piloto, transportes y todos los demás gastos necesarios para tomar parte en los once Grandes Premios de la temporada. En aquella época, a Williams le sobraba vitalidad, juventud, y sobre todo las “cosas” tenían una medida humana. Toda la parafernalia de las cronometraciones, se reducia a dos cronómetros mecánicos que utilizaban mutuamente él y Sally Courage para contrastar posibles errores.
El dinámico Frank culebreaba por entre los coches en los coches en los boxees sin uniforme, con los zapatos de todos los días, hoy con una camisa azul, mañana con una de rayas. Un maletín de cuero y un Omega Speedmaster en la muñeca derecha, eran los únicos signos de ostentación que aparecían en su persona.
El primer gran acierto de su vida, fue hacer caso a Guy Edwards, que en 1974 le aconsejó contratar a Patrick Head como director deportivo. Dos años de duro trabajo fueron suficientes para alcanzar el primer Campeonato del Mundo de Constructores y Pilotos. En 1981, Williams volvió a ganar el título de Constructores, y al año siguiente, en 1982, con Keke Rosbeg alcanzaron por segunda vez el Campeonato de pilotos.
Una gran intuición deportiva, acompañada por un espíritu emprendedor poco común, llevaron a Williams a contar con la colaboración de Honda para los motores turboalimentados. Una vez más, el éxito llegó a la factoría de Didcot en 1986, año en el que Williams se proclamó Campeón de Constructores. Mientras la realidad reflejaba un futuro prometedor para Williams, McLaren, Ferrari y Lotus se encontraron frente a un rival que crecía tan vertiginosamente, que por momentos pasaba a ser el enemigo deportivo a ganar. El presupuesto anula de Williams se acercaba a los cinco mil millones de pesetas, el binomio aglonipón estaba consolidado, y los laureles llegaban a Didcot con una frecuencia jamás vista.
Sin embargo, por ingratitud del destino, la vida de Williams cambió radicalmente una tarde de diciembre, cuando se salió de la carretera mientras se dirigía desde el Paul Ricard al aeropuerto de Marsella. Fue un accidente cuyas causas se confunden entre la imprudencia del conductor, un despiste momentáneo, o un posible fallo mecánico.
Los médicos aseguraron que sólo la actividad cerebral quedaría intacta en el cuerpo de Frank. Ni siquiera podría volver a sonreir.
Se trataba de una mente que se enfrentaba a la titánica tarea de arrastra un cuerpo inerte. Para muchos era el comienzo del fin. Tanto era así que los directivos de Honda interrumpieron la colaboración con su escudería. Con su mentalidad oriental, consideraron que no estaba en las manos de un hombre parapléjico la posibilidad de llevar adelante una escudería de Fórmula 1.
En el primer regreso a los boxes, Frank pronunció unas palabras al filo entre el desafio y la sabiduría: “Honda me ha abandonado, pero sé que pronto algún fabricante me ayudará. En el accidente he perdido la movilidad, sin embargo, he conocido mis verdaderos amigos y he conservado lo más importante, mi cabeza” .
A partir de ese momento, Williams comenzó a hacer lo mismo que antaño, desde su silla de ruedas. Respetaba el mismo horario de trabajo, visitaba constantemente todos los departamentos de la escudería y sus órdenes no se hacían esperar. Los gritos se convirtieron en miradas amenazadoras, las decisiones fueron progresivamente más trascendentales, y todos se dieron cuenta que tras su rostro impasible, se debatía una inteligencia viva, dinámica, agresiva, más allá de la sensiblería y del dolor físico.
La mayor prueba de inteligencia y visión de futuro la demostró al aprobar desde 1987 el desarrollo de las suspensiones activas. Su proyecto de futuro presentado por Renault Sport, convenció al coloso galo para que juntos emprendieran un programa de cinco años con vista a convertirse en Campeones del Mundo. Supo valorar a nuevas promesas como Jean Alesi, y al mismo tiempo recuperar a Nigel Mansell, Marcó las directrices para que las tecnologías electrónicas aplicadas a los modernos monoplazas llegarán con un año de antelación a sus coches. Mantuvo intacta la integridad de la escudería, e inculcó a todos y cada uno de sus miembros el orgullo de trabajar en Williams Grand Prix Engineering, una empresa duramente castigada por el destino y por los hombres.
Aunque todos admiran el quehacer de Mansell, la potencia de los Motores Renault, la eficacia de las suspensiones activas, la organización de un equipo que está sentando cátedra; ahí, en el rincón más sombrío del box, tras una muralla de neumáticos y rodeado de ordenadores, en la mente de Frank se debate entre la desesperación y la tenacidad el verdadero espíritu de la victoria.
Por suerte la historia sigue y espero que por mucho tiempo.




MUERTE AL FÚTBOL
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